¡VIVA CRISTO REY!

Un poquito de historia

El último domingo de cada año litúrgico, celebramos la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo o Cristo Rey. Para refrescar nuestro conocimiento, les comentamos que el Papa Pío XI instituyó esta festividad en 1925, escrito en su encíclica Quas primas (“En primer lugar”), con el objetivo de frenar y responder al creciente secularismo y ateísmo de esa época.

Fue en el año 325, que se celebró el primer Concilio Ecuménico en la ciudad de Nicea, en Asia Menor. Durante el mismo, los participantes definieron la divinidad de Cristo contra las herejías de Arrio: “Cristo es Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero”. Y, 1600 años después, en 1925, Pío XI proclamó que: el mejor modo de que la sociedad civil obtenga “justa libertad, tranquilidad y disciplina, paz y concordia” es que los hombres reconozcan, pública y privadamente, la realeza de Cristo.  La fecha determinada originalmente para esta Fiesta fue el último domingo de octubre, es decir, el domingo que inmediatamente antecede a la festividad de Todos los Santos; pero con la reforma de 1969, se trasladó al último domingo del Año Litúrgico, para subrayar que Jesucristo, el Rey, es la meta de nuestra peregrinación terrenal.

En nuestra FE

En este último domingo del año litúrgico, celebramos la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. Como el año litúrgico representa el camino de nuestra vida, esta experiencia nos enseña que somos peregrinos, caminando hacia el encuentro con Jesús, que es Rey y Señor de la vida y de la historia. Será su segunda venida. En la primera, nos visitó en la humildad de un Niño en un pesebre (Lucas 2,7) y con su vida nos introdujo en el ejercicio del amor verdadero; en la segunda, regresará en la gloria, al final de la historia. Esta es la venida que hoy celebramos litúrgicamente.

Existe una venida para nosotros, la que vivimos hoy, en la que Jesús se nos presenta en la Gracia de sus Sacramentos y en el amor al prójimo. Es nuestro tiempo en este mundo, en el reconocemos a Jesús en el rostro de nuestros hermanos, ahora es para nosotros el tiempo para poner en acción talentos que hemos recibido, a asumir nuestras responsabilidades cada día. Y a lo largo de este camino, la liturgia se nos ofrece como escuela de vida para educarnos a reconocer al Señor presente en nuestra vida cotidiana y para prepararnos a su venida final.

Cristo, Rey en nuestra vida

San Mateo, al principio del Evangelio, en el capítulo1, 23, escribe: “La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel”, que traducido significa: «Dios con nosotros»”; y en el capítulo 28, 20, al final del Evangelio: “Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”. Es importante para cada uno de nosotros meditar en el juicio universal que la liturgia nos hace contemplar. Jesús, el Emmanuel, el Dios con nosotros, está realmente “con nosotros” hasta el fin del mundo. Lo creemos, Él está. Sin embargo, ¿Dónde está? ¿Cómo podemos reconocerlo presente y activo en nuestras vidas? Para encontrarlo es preciso seguir a Jesús, imitar sus sentimientos y obras, que no coinciden con los nuestros, renunciar a nosotros mismos. Y, tomar en cuenta que, aunque estamos en el mundo, no somos del mundo (Juan17,14). Es importante mantener la mirada fija en Jesús para no perder el rumbo (Hebreos12,2). Él está presente. Por tanto, nuestra vida no está dirigida por el mundo, el demonio o la carne, sino por una Presencia que es Vida y que nos ha mostrado el Camino.

Esta Fiesta nos muestra el camino

El año litúrgico es el símbolo del camino de nuestra vida: tiene su principio y tiene su final en el encuentro con Jesús, Rey y Señor, en el Reino de los Cielos. Al comienzo del año litúrgico, el primer domingo de Adviento, se nos mostró de antemano la meta hacia la que dirigimos nuestros pasos.  Ahora vemos nuestro caminar durante este año litúrgico, en nuestra vivencia personal. ¿Como lo hicimos? ¿Qué nuevos propósitos debo plantearme?

El amor en el diario vivir

Lo hermoso que se desprende del Evangelio es que Jesús no sólo es el Dios con nosotros hasta el fin del mundo, sino que viene a ser el Dios en nosotros, que nos ama a todos, comenzando por los más pequeños: nos enseña a amarnos, a ayudarnos, a donarnos, como Él lo hizo con cada enfermo. En nuestro proceso de evangelización personal, sabemos que nuestra ofrenda en el altar si no va precedido y acompañado de la ofrenda del amor al prójimo, vale muy poco. Amemos de corazón, a todos, en todo momento.

Confesamos que Jesús es Supremo Señor del cielo y de la tierra, de la Iglesia y de nuestras almas. ¡Cada vez que pedimos perdón, que confiamos en la Santísima Trinidad, cuando honramos y amamos a su Santísima Madre, cuando acariciamos con el alma al necesitado con nuestras obras, cuando descartamos la tentación…, cuando comulgamos con plena conciencia de humildad… decimos VIVA CRISTO REY!.  ¿Qué puede haber para nosotros más dulce y suave que el pensamiento de que Cristo es nuestro Rey y Señor? Roguemos que todos los hombres y mujeres del mundo mediten hoy cuánto le hemos costado a nuestro Salvador, pues con su preciosa sangre, de Cordero Inmaculado fuimos redimidos del pecado, y todos seamos dignos de reinar con Él por toda la eternidad. “Al atardecer de la vida, como nos habla San Juan de la Cruz, seremos juzgados sobre el amor”.

Propósito
Que este día de Cristo Rey, cada uno de nosotros aceptemos la soberanía de Jesucristo y le proclamemos Señor de nuestras vidas, con una real conversión, para que los que viven a nuestro lado, se acerquen al amor misericordioso de nuestro Redentor. ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor!

SOLEMNIDAD
FIESTA DE CRISTO REY

26 de noviembre
Colaboración de Rosa María de Zamora
Pastoral de Comunicaciones