Celebraremos el sábado 11 de este mes la fiesta de San Benito Abad, declarado Patrón de Europa por el Papa Pablo VI en 1964. Nacido en Nursia hacia el año 480. Después de un tiempo de vida eremítica en Subiaco, funda un monasterio en Monte Cassino y escribe su famosa regla, en la que se inspiraron numerosos reglamentos para la vida monástica y religiosa. Un elemento fundamental de esa regla es la famosa máxima: “ora et labora” (ora y trabaja). Esto sigue siendo válido hoy para todos, aunque no tengamos una vocación a la vida religiosa. El hecho mismo de tener una regla, un orden, que nos permita un trabajo y vida de oración intensos. A veces razonamos así: cómo puede “planificarse” la vida interior, el trato con el Señor. Eso sería falta de autenticidad, sería una “farsa”, algo poco espontáneo y el amor es espontáneo. Cuando pensamos así es porque “se confunde la autenticidad con la espontaneidad. Si un hombre es embustero, y habitualmente miente porque es lo que le sale espontáneamente ¿se puede decir de él con propiedad que es auténtico? Un auténtico embustero, eso es lo que es. (…) Confundir la autenticidad con la espontaneidad es como decir de alguien que es sincero porque dice siempre lo que piensa, sin pensar nunca lo que dice. (…) La autenticidad no hace relación a la espontaneidad, sino a la verdad” – Federico Suárez, La puerta angosta, p. 157 – Y ese esfuerzo y empeño por hacer tu “regla” de oración es manifestación de amor verdadero. En la medida en que seamos capaces de vivir ese orden, ese plan de oración: lectura del Evangelio, un tiempo de meditación, la participación en la Eucaristía, las expresiones de piedad mariana como el Rosario… seremos capaces de convertir nuestro trabajo en oración porque sabremos ofrecerlo al Señor, pedirle ayuda, y no perderemos la consciencia de estar en presencia de Dios. Y cuando se vive así el trabajo, no hay “competencia” entre la vida de oración y la vida de trabajo, porque rezamos como vivimos y vivimos como rezamos.
Una parte de la prudencia es el orden, que consiste en indicar el “lugar” de las acciones y “ordenarlas”. La prudencia nos ayudará a descubrir el lugar de cada cosa, el orden en los bienes que ha de buscar la voluntad, en los afectos y en las acciones: lo que es prioritario y lo que debe esperar. El orden es así, en definitiva, un acto de la virtud de la prudencia informada por la caridad. El orden es una virtud que nos llevará a hacer lo que debemos en cada momento y estar en lo hacemos. Este es un campo de lucha personal de todos los días. Cada uno podemos dar testimonio de cómo no pocas veces, cuando estamos en el trabajo estamos preocupados por tareas pendientes, por ejemplo, en la familia y cuando estamos en casa, en lugar de volcarnos en la vida familiar nos agobia el trabajo pendiente o que dejamos a medio hacer. Al final no estamos con los cinco sentidos en lo que debemos. Cuando vivimos el orden se nos multiplica el tiempo. Hay hombres y mujeres que son capaces de una gran actividad, “hacen mil cosas”, y sin perder la paz y la alegría. Esto sólo es posible porque con fortaleza siguen un horario, un orden. Así haremos nuestra la Regla de San Benito “ora et labora”.
El “ora et labora” es la síntesis perfecta de una vida entregada al servicio de Dios y de los hombres. La recompensa que ha recibido San Benito es la misma que reciben todos los que siguen al Señor. San Benito, ruega por nosotros, para que podamos encontrar el equilibrio en nuestra vida y poder dar gloria a Dios.